Haití, la espera de la Navidad entre muerte y violencia Haití, la espera de la Navidad entre muerte y violencia  (AFP or licensors)

Haití: la espera de la Navidad entre muerte y violencia

En el país caribeño, el Adviento transcurre entre matanzas y niños soldados privados de su derecho a la infancia y, muchas veces, de la vida. Los obispos hacen un llamado a deponer las armas. Monseñor Max Leroy Mesidor, presidente de la Conferencia Episcopal de Haití, señala: “Los conflictos han aumentado y están fuera de control. Pero no perdemos la esperanza: nuestros ojos están puestos en el Señor, salvador de la humanidad”

Federico Piana – Ciudad del Vaticano

En Haití, el color del Adviento es sólo uno: el rojo. Como la sangre de los ciento ochenta miembros de la comunidad vudú asesinados a sangre fría hace unos diez días en las afueras de la capital, Puerto Príncipe, por orden del líder de una de las pandillas más poderosas que están devastando el país. Creía que la enfermedad de su hijo era culpa de ellos, de sus rituales “nefastos” y de su mera existencia. O como la sangre de quienes son asesinados por un puñado de dinero, por un celular roto, un televisor averiado o por vestir la camiseta de un grupo armado rival.

Lágrimas de dolor

Una montaña de sangre que ni siquiera todas las lágrimas de los obispos del país logran limpiar. Y, sin embargo, ellos siguen llorando, imperturbables, en medio de la indiferencia del mundo. En su mensaje de preparación para la Navidad, difundido por la Conferencia Episcopal Haitiana, una lágrima “a quienes con armas matan, saquean, violan, incendian y expulsan a las personas de sus hogares: detengan estos actos odiosos que no benefician al país, a la gente ni a ustedes mismos”.

Otra de las lágrimas, profundamente marcada en sus rostros, está dirigida a “quienes en las sombras abastecen a las pandillas con armas y municiones: dejen de alimentar la violencia ciega que tiñe de sangre nuestra sociedad día tras día”.

Puerto Príncipe, escenario de la violencia cotidiana
Puerto Príncipe, escenario de la violencia cotidiana

Resurgir desde los abismos

Las lágrimas de los obispos caen sin cesar. Hay lágrimas para las autoridades estatales, a quienes instan a “trabajar por el bien común y no por intereses personales o de partido”, y para la comunidad internacional, a la que recuerdan “cumplir los compromisos asumidos para ayudar a Haití a emerger de los abismos de violencia y aislamiento en los que se encuentra”.

Un llanto amargo, pero acompañado de esperanza. “La esperanza de la Navidad – afirman los obispos en su comunicado – porque en la fiesta del nacimiento de Aquel que trae la liberación a toda la humanidad, nuestros ojos están puestos constantemente en Él para encontrar consuelo, fortaleza y valor, y para continuar la buena batalla. Esta convicción nos lleva a renovar nuestra determinación de acompañar siempre a nuestro pueblo en medio de sus sufrimientos y calamidades. Y a pedir a todos que trabajen para construir la paz”.

La Iglesia gravemente afectada

Quien ya no tiene lágrimas, pero sigue llorando con la esperanza de que el mundo finalmente note la desesperación de su país, es monseñor Max Leroy Mesidor, arzobispo de Puerto Príncipe y presidente de la Conferencia Episcopal local. En el diálogo que mantiene con los medios vaticanos, enumera las heridas que laceran su alma, comenzando por la más profunda:

“La violencia, que dura más de tres años y que desde febrero de este 2024 ha alcanzado proporciones vertiginosas. En Puerto Príncipe, cada semana, los barrios son atacados, las personas asesinadas y las casas incendiadas”

Fuera de la capital, la situación no es mejor. En municipios cercanos como Carrefour, Gressier y Gauthier, y en el noroeste del país, los grupos armados imponen su ley.

“La Iglesia también ha sido duramente golpeada. Cuando llegan los paramilitares, la gente huye y todo se detiene. En mi arquidiócesis, quince parroquias ya no funcionan y otras veinte están paralizadas”

La inercia de la comunidad internacional es otra de las espinas que lo atormentan. “¿Cuántas reuniones más de las Naciones Unidas serán necesarias para que la fuerza multinacional sea efectiva? Tras muchas vacilaciones, en Haití solo hay cuatrocientos agentes de policía y militares kenianos, de los mil previstos”.

“¿Por qué? ¿Y dónde están los agentes y soldados prometidos por algunos países de América Latina y el Caribe?”

Haití, la desesperación de una mujer que lo ha perdido todo
Haití, la desesperación de una mujer que lo ha perdido todo

Llamados a la paz

Existen dudas sin respuesta, como el flujo de armas “que llegan a Haití desde el extranjero sin que las autoridades de esos países se preocupen por detenerlo”, o la situación de los niños soldados, que parecen ser ignorados.

“Gran parte de los reclutados por los líderes de los grupos armados son niños de entre 12 y 16 años, considerados mano de obra barata. En un proceso de paz y estabilización, se podría implementar un plan para rescatarlos, y UNICEF podría desempeñar un papel importante en este sentido”

Sin embargo, la paz parece hoy imposible. Pero monseñor Mesidor no se rinde y, junto con toda la Iglesia local, sigue “invitando a las pandillas a deponer las armas y mostrar compasión hacia sus conciudadanos”, mientras exhorta a las autoridades y a los actores políticos y sociales a “superar divisiones y conflictos, porque los cristianos creen profundamente en el diálogo”.

Navidad y Jubileo, a pesar de todo

Con una esperanza ilimitada, la Iglesia en Haití está viviendo la preparación para la Navidad y el Jubileo del 2025. “Mantenemos los ojos fijos en el Salvador de la humanidad para encontrar el coraje de proclamar el Evangelio del amor, la justicia y la paz. Y, como peregrinos de esperanza por nuestro bautismo, el domingo 29 de diciembre abriremos el Jubileo en todas nuestras diócesis, en comunión con el Papa Francisco”, promete monseñor Mesidor, a pesar de todo, a pesar de un dolor que parece no tener fin.

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

23 diciembre 2024, 10:41